Conozco a Carlos Fonseca
A mis 9 o 10 años, colgado en una pared de la casa de mi mama, lo conocí. En un cuadro viejito una foto blanco y negro, amarillenta por el paso inclemente de los años, allí estaba él, intacto, inamovible.
¿Y por qué tiene lentes?, ¿Por qué es flaco?, ¿Qué tiene en la mano?. En más de alguna ocasión me pregunté, las respuestas llegaron solas, no ve bien, no come bien y está estudiando.
La misma foto sigue en la casa de mi mama, pero ahora comprendo mucho más la misma imagen de Carlos, su problema con la visión y su delgada figura corresponden a la dificultad nutricional con la que creció, vendiendo cajetas en Matagalpa, estudiando mucho, quizá, para olvidar la pobreza que lo rodeaba.
Cualquiera que tenga un poco de conciencia social y tenga empatía por el sufrir del prójimo, fácilmente se identifica con Carlos.
Las calles de su pueblo, llenas de miseria, hicieron que su amor al estudio lo llevara a conocer otras corrientes ideológicas y que las concretara con la formación de un partido político que hoy trascendió a más… igual que Carlos.
Carlos, que sigue acompañándonos en la sala, esta vez ya en mi casa, mi mamá sigue preservando su mítica imagen en la suya, yo lo veo en el trabajo, en la calle, en las escuelas… en la paz, en la unidad de la familia nicaragüense.
Yo tomo como mía la orientación que nos dejó, leer y enseñar a leer y a escribir, me llena de entusiasmo que el Comandante Daniel oriente que re leamos y sigamos estudiando siempre, que compartamos nuestros conocimientos y que desde nuestras familias empecemos a sembrar la semillita de Sandino, Carlos… del Frente.
