¡Se me murió la niña, necesito su ayuda!

¡Se me murió la niña, necesito su ayuda!

¡Se me murió la niña, necesito su ayuda!

En los años finales de la universidad, tenía horarios “quebrados”, tenía clases en la mañana, a medio día o por la tarde. En esos días no le ponía mente a quienes pedían dinero para X o Y motivo, pues si les daba me quedaba sin comer, era como que hablaban de largo. Cierto día abordé la ruta 102 para dirigirme a la UCA, y cuando el bus pasó por el barrio Jorge Dimitrov a eso de las 5:30 p.m., un hombre de pelo crespo, de bigote, con camisa a botones un poco desabrochados, se montó e inició con algo así: “Señores, disculpa que les interrumpa su plática, pero me veo en la penosa necesidad de pedir dinero, pues mi hijita de 13 años acaba de fallecer, ella está en el hospital” – comienza a llorar, hace una pausa – “y no tengo para la caja” – otra lloradita – “a ver si me ayudan con lo que puedan”.

El hombre comienza a pedir de adelante hacia atrás, unas personas le dan, otras siguen platicando o simplemente no le ponen mente. Al pasar por donde mí, lógicamente no le di nada pues me quedaba sin comer. Pues resulta que a los días, en el mismo lugar, y casi la misma hora, vuelve a aparecer el mismo hombre y cuenta la misma historia de la niña muerta. En ese momento me quise levantar y decirle – “¿Otra vez? – pero me dio pena y no lo hice, pues ahí ya mire que todo era mentira. Pasaron los años y de vez en cuando miraba en la calle a ese hombre, yo ya había salido de la universidad, pero lo miraba caminando en las calles.

En una de esas el “hombre de la niña muerta” pasó por un negocio que yo tenía, con una guitarra en la mano, usada pero en buen estado y como yo estaba en la acera me dice: – “Te vendo esta guitarra” – a lo cual respondí – “¿Para que querés los reales?” – y campantemente me dice – “Se murió mi hija” – “¡Que HP®!” – dije en mi mente – “Oe, ¿Cuántas hijas tenés vos?” – “Una…” – me dice – “… y un niño”. “¡Pero si desde que estoy en la universidad te tenés el mismo cuento, en los buses te miraba pidiendo para enterrarla!”. El maje medio se puso a reír y me dice: “Te voy a decir la verdad, la doy en 150 pesos, y los quiero para mis piedritas.” – piedritas es como a veces se le llama al crack, una droga derivada de la cocaína, también conocidas como chombolona. “¡Ves jodido, ese cuento te lo conozco!” – le dije – “¿Eso es lo menos que la das?” – “Sí hermano” – “Dámela pues”. Me la dio y le fui a traer los 150 pesos y se los di. El maje me dice: “No digas nada, oíste… ¡Pero ya me descubriste!”. El maje dio la vuelta, se fue. Yo no toco guitarra, la guindé en la pared de la casa, ahora está quebrada, pues el niño es travieso, pero luego de más de 15 años después ¿Qué creen? El HP® sigue en las calles y buses diciendo: “¡Se me murió mi niña!”.

Oscar Tapia
Presentador
@oscarviva13

Oscar Tapia

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