Y el amanecer nos halló en pie
¿Cuánto ha sufrido el pueblo de Nicaragua?
La invasión, la enfermedad, la ignorancia, el odio, la opresión, el saqueo, la barbarie, la apatía, la pobreza, el miedo… Como demonios en la oscuridad de nuestra historia, como fieras en la espesura de la montaña, como entes que susurran en las tempestades, como todo lo peor y como todo lo innombrable que se resiste a morir y que acecha en las sombras, han querido destruir nuestra alegría, nuestro trabajo, nuestra dignidad, nuestra patria.
¿Cuánto ha sacrificado el pueblo de Nicaragua?
Todo.
Sus hijos, sus tierras, su paz. Defendiéndose, esperando, atacando, alzándose, replegándose, una y otra vez. Sentados junto al fuego, orando por la guía divina, contando las horas, en la noche… Encontrando el amor. Hasta que, a huevo, tuvo que amanecer.
Y cuando amaneció, ¿Qué fue de ellos?
Permanecían ahí. Serenos, amamantando a sus niños, con la frente en alto, con los pies descalzos, unidos como hermanos.
Y sonrieron frente a sus cosechas, de cara a sus sueños. Llenos de amor, de color, cantando, vibrando. De lo muerto, nació la vida. De lo estéril, nació la prosperidad. De agua y fuego nació un mundo mejor, un mundo de amor.
Somos los hijos e hijas de esa generación de guerreros. Somos la juventud eterna, llenos de amor, viviendo, respirando, llenos de fe, de valor. Los constructores del porvenir.
Este 19 de julio en paz con las mujeres, con los niños, con los campesinos, con los trabajadores, con los abuelos, con Dios, con vos. 35 nuevos soles en el cielo.
