¿Conocés el Corozo de la Libertad?

¿Conocés el Corozo de la Libertad?

  • Corozo de la Libertad
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Nicaragua es maravillosa, nunca me cansaré de repetirlo. La costa del Pacífico, por ejemplo, es famosa por sus bellas ciudades, sus playas, su calor tropical. La costa atlántica no se queda atrás con su exuberante diversidad cultural, playas de arena blanca, sabor y belleza. El Norte del país con sus montañas, sus bosques, su café calientito, su misterio, su alegría. Y al centro, al centro del país, pues… hay vacas.

¿Vacas? Pues si… Buena parte de los nicaragüenses conocemos muy poco de la región central de nuestra Nicaragua, no porque así queramos, sino porque hemos asociado esta área a la idea de que es una “zona productiva no turística” y que es “de difícil acceso”. Menudo cuento.

Yo nací en Juigalpa, a los tres años nos mudamos a Managua. Recuerdo que de pequeño viajar hasta el municipio de La Libertad, donde vivía mi abuelo materno, era muy complicado. La carretera estaba mala, el camino largo, en invierno había mucho lodo, la gente casi no orientaba a los citadinos y la fatiga era grande… Eso sí, contemplar las montañas hacía que el resto del trayecto no importara. Pero no era necesariamente mi idea de las vacaciones perfectas ¿Es mejor el sol y la arena de San Juan, no?.

Un día de estos decidí regresar y me llevé la mejor de las sorpresas. Los municipios de Chontales ya no son lo que eran antes, carreteras anchas y en buen estado, más escuelas, más parques, más hoteles y restaurantes, un lugar acondicionado para recibir a los visitantes.
Y me animé a conocer el Corozo.

Para quienes no tienen ni idea de lo que es pues les cuento que son un conjunto de cascadas allá en Chontales, un sitio que los baqueanos del lugar catalogan como un paraíso de aventura.

Se escribe Corozo como una especie de palmera [coyol] del mismo nombre y no coloso, aunque podría llamarse así por toda la belleza imponente que hay allá.

El destino turístico está a 26 kilómetros de Juigalpa, junto a la carretera a La Libertad. Entrás por el empalme Betulia, de ahí recorrés diez kilómetros hasta Las Praderas, donde dejás el vehículo y seguís el sonido del agua, avanzás a pie un sendero de unos 25 metros.

Cuesta abajo te esperan las tres cascadas, contemplarás agua por todos lados cayendo desde unos 15 o 20 metros, un lugar místico envuelto en vegetación donde el agua habla con los árboles, invitándote a dar un paseo entre ellos. El río está cubierto por piedras enormes que me recuerdan a una de esas películas sobre elfos, duendes y bosques mágicos.

Hay que tener algo de cuidado pues algunas piedras tienen musgo, volviéndolas bastante resbalosas. Si no te da miedo el frío, sumergirte en las aguas será una experiencia revitalizante y una prueba de fuerza, no podrás nadar, es más bien para relajarse y meditar.

Seguí el río por unos 25 metros más y encontrará una cuenca donde desembocan todas las aguas, ahí el agua es profunda y es un sitio para quienes saben nadar. El agua baja a gran velocidad así que hay que fijarse al caminar. ¡Vacaciones de verdad!.

Bellezas hay por todos lados, maravillas… las conocí en Chontales.

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Efrén Méndez
Periodista y Presentador
@exfren

Efrén Méndez

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